martes, 10 de abril de 2012

Un cuento chino; Una historia cercana


En los últimos años el cine argentino siempre ha exportado productos a nuestro pais. Algunos de calidad dudosa pero en su gran mayoría de bella factura y con notables resultados. En mi cabeza aparecen títulos como El secreto de sus ojos, El hijo de la novia, El aura, Diarios de motocicleta, Nueve reinas, Lugares comunes o Roma. Todos estos films son del recién empezado siglo XXI. En muchos casos el tener un personaje que sea célebre por sus interpretaciones o por su dirección es de relevancia. Los nombres de Ricardo Darín, Juan José Campanella o Adolfo Aristarain han ayudado a la cinematografía argentina a hacerse un lugar de prestigio en el panorama internacional.


El film a tratar contiene como ingrediente principal el señor Darín. No destaca por ser un intérprete muy físico o del método pero su mera presencia dota de solvencia incluso el proyecto más menor. Un cuento chino (íd, 2011) es una obra que apela a los sentimientos, no al sentimentalismo, en una sociedad cada vez más fría y deshumanizada.
La sinopsis es la siguiente:
Roberto, un hombre marcado por un duro revés que arruinó y paralizó su vida hace más de veinte años, vive atrincherado frente al mundo y en completa soledad. Sin embargo, un día, un extraño acontecimiento logra sacarlo de su aislamiento y ponerlo de nuevo en contacto con la realidad.
Interesados he aquí el tráiler:


Comedia costumbrista
Dice Darín que Un cuento chino es una sátira; y es verdad en lo que se refiere al personaje protagonista y a su entorno inmediato; y sobre todo, en la carga de ironía que contiene el título; porque lejos de ser una fantástica historia ficticia, lo que vemos es tan real como la vida misma. Empezando por el principio, que sí es una historia oriental: cuando un joven chino se embarca con su novia para pedirle, en la solitaria discreción de su pequeño barquito, que se case con él, un suceso inesperado, casi imposible, increíble del todo, acaba con sus sueños.
Podemos imaginar lo que sucede cuando en su vida se cuela Jun, el joven chino que ha aterrizado en Buenos Aires casi sin saber cómo, sin hablar ni una palabra de español, abandonado, sin dinero ni paradero conocido pero con hambre.
Darín compone este Roberto maravillosamente; con un físico que se adapta al personaje, con un asomo de desdén en la voz traicionado por la tristeza de su mirada, con un gesto medido, siempre exacto. Una interpretación que conmueve. Es el mejor vehículo para esta historia de múltiples lecturas. Retrata una sociedad cansada y llena de supina rutina.
Los devenires de nuestro dueto protagonista nos sacan más de una carcajada por lo surrealista y grotesca de la situación de ambos.  El actor chino Huang Sheing Huang realiza también un buen trabajo de contención y mutismo pero lo ensombrece un astro de la interpretación.


Estamos delante una historia de pocos personajes pero con muchas lecturas y matices. Es una película agridulce porque te saca una sonrisa pero a la vez te toca la fibra sin ser sensiblera. Difícil terreno el discernir entre la sensiblería y la sensibilidad sin caer uno en otro, o viceversa.
El director, Sebastián Borensztein,  consigue un buen producto gracias un guión -firmado por él mismo- que tiene una eficaz construcción del personaje central y del encanto del mismo. Amén de la fluidez narrativa que permite al film no resentirse en una duración idonea (90 minutos aprox.) para esta buena propuesta del otro lado del Atlántico.

Conclusión
Darín y su comedia negra sería un posible titular porque con solo su presencia merece la pena visionar el film. A parte estamos ante una obra que cumple con su premisa pese a lo obvio de alguna evolución en la historia. Buena mezcla entre fábula sentimental e introspección dramática que recoge lo mejor de los dúos imposibles e incompatibles. Merecidísimo Goya a mejor producción Iberoamericana.

Calificación: 6'5 sobre 10.






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