viernes, 11 de marzo de 2011

Terminator; el futuro es metálico



"Ven conmigo, si quieres vivir" (Kyle Reese)

James Cameron realiza su obra fundacional sobre una de las sagas más mediáticas y con más influencia en el público en general. Skynet y su dominio sobre una Tierra donde los humanos se esconden y las máquinas mandan por doquier del globo. Sin duda esa idea llevaba arraigada en la cabeza del cineasta norteamericano desde ya mucho tiempo. Xenogenesis es su germen de Terminator. Un corto donde impresionó por su imaginario visual y marcó los cimientos para poder emprender su saga robótica.


Creando un universo
La premisa de Xenogénesis -pulsa el nombre para ver el corto- es un tanto confusa, si bien explicita el deseo de sus creadores de comenzar con una saga cósmica, teniendo en cuenta la amplitud de su tema y el final ambiguo del cortometraje. Es importante señalar que al conocedor de la trayectoria de Cameron le resultará familiar la profunda influencia de Star Wars, estrenada pocos meses antes, en los decorados y la puesta en escena. De hecho, hasta en su ingenuidad, en su vestuario y en sus decorados pareciera que es un corto de George Lucas con unas gotas del toque Cameron aún por demostrar.
La intención de Cameron -y de su codirector- era la de iniciar una saga galáctica, con su universo cerrado, comparable a Star Wars y hecha con pocos medios. No lo conseguiría hasta varios años después. Antes tendrían que pasar muchas cosas, varias películas de serie B de Corman (alguna de ellas bien estimulante), una locura de rodaje rodeado de pirañas voladoras, y una oferta que cambiaría una vida. Escribir tres guiones al mismo tiempo en el plazo de tres meses: The Terminator (1984) (para la que ya había encontrado financiación), Aliens (1986) (cuya producción se vería aprobada y Cameron elegido como su director durante el rodaje de su primer largo) y Rambo II (1985). Cameron aprovecharía a fondo la oportunidad.

Entre tanto, el cineasta tuvo un sueño. Durante el rodaje de un spot en la ciudad de Roma cayó enfermo y con fiebre, y esa noche en el hotel tuvo sueños terribles. De entre todos ellos emergió uno: la imagen de un esqueleto de metal con los ojos rojos, rodeado de llamas. Ahí tenía la idea que sería el núcleo de su verdadera primera película. Una película sobre un futuro aterrador, en la que el hombre se enfrentaría al abismo de su exterminio. Atrás quedaban pues las fantasías románticas más propias (y más adecuadas) a la personalidad de George Lucas. Cameron encontró por fin una grieta creativa por la que poder explotar todo su talento.

Corre todo lo que puedas
The Terminator comienza con el infierno sobre la Tierra (seguido por unos créditos inquietantes) y termina con una tormenta negra como boca de lobo, que crepita sobre unas montañas escarpadas. Entre una y otra imagen no hay apenas espacio para la retórica, el lucimiento o el descanso. Se trata de huir o morir, sin los discursos existencialistas que adornan a la sci-fi más conocida. Las razones de que esta historia sea una cumbre del cine norteamericano de las últimas décadas, que rejuvenece a cada año.
Obra maestra, muy intrincada, pero resuelta con sencillez y claridad majestuosas. James Cameron deslumbra al mundo con su verdadera primera película (después de lidiar con Pirañas: El Regreso), que afortunadamente ya para muy pocos es sólo un divertimento frenético a mayor gloria de una incipiente estrella austríaca, aunque desde luego no goza de todo el prestigio que merece. Realizada con escaso dinero (6,4 millones de dólares, una producción muy modesta aún en aquellos tiempos), pocos sabían, aquel 26 de Octubre de 1984 en que se estrenó, que nacía una leyenda. Mil veces imitada, mil veces acusada de plagio, ahí quedó esta joya.

Sarah es igual que cualquiera de nosotros, en sus propias palabras: “alguien a quien cuesta llegar a fin de mes”. Y en un principio actúa en consecuencia, pasando del terror a la desesperación, de ahí a la ira contra su destino, y llegando a la resignación y a la lucha. Frente a ella Kyle es de una pieza. Ha nacido después de la guerra nuclear, entre las ruinas, y no ha conocido otra cosa que la guerra, la miseria y el hambre. Cuando llega a esta época se siente aturdido por cuanto le rodea, porque después todo desaparecerá. Pero no tiene miedo. El miedo no es una opción cuando uno se propone la tarea de detener a un cyborg de aspecto humano casi indestructible. Su destreza será suficiente para mantener a raya a la máquina hasta que la suerte se acabe. Entonces Sarah no tendrá más remedio que sacar todo la fuerza que le quede.

¿De dónde nace la grandeza de esta película? Muchas virtudes y casi ningún defecto encontramos en ella. Pero quizá su grandeza resida en sus caracteres humanos. Qué verdaderos, qué reales. No existe el menor amaneramiento ni rebuscamiento, ni siquiera en la composición del cyborg incansable. Cameron es lo suficientemente inteligente como para evitar complicarse en el dibujo de Sarah Connor (una cercana y muy creíble Linda Hamilton) y de Kyle Reese (un romántico y enérgico Michael Biehn). Pero más allá de esta pareja inolvidable, el reparto de este film sorprende por su unidad y su verosimilitud. Paul Winfield, Lance Henriksen, Bess Motta o Bill Paxton deberían al menos ser nombrados en este análisis. La sensación que da este grupo de intérpretes. Arnold Schwarzenegger, por supuesto, en el papel menos fingido de su carrera) es la de un ensamblamiento perfecto, sin fisuras, sin gestos falsos o fingidos. Aún Cameron no disponía de los medios, los conocimientos y la experiencia que le llevó a firmar un trabajo visualmente tan impecable como la segunda parte de Terminator. Los medios no son incompatibles con la efectividad y con el suspense. El director convence al público con herramientas puramente cinematográficas. Casi 100 minutos de acción sin parangón que te dejan sin respiración.
En este universo apocaliptico del futuro una inteligencia artificial de última generación toma el poder del mundo y considera a los hombres una amenaza, por lo que decide su eliminación. No hay más. No hay ciudades, no hay sociedades. El hombre se oculta como una rata a la luz del sol. Su lugar preeminente en la naturaleza ha sido ocupado por su creación artificial, que tiene las armas mejor diseñadas (el propio terminator es un arma) para barrer sin compasión al ser humano. Lo interesante, lo notable, es que la historia comienza con la derrota de las máquinas a manos del ser humano, gracias a un líder invencible. En una paradoja temporal asumida, Cameron intenta contarnos cómo las máquinas deciden viajar en el tiempo para terminar a la madre de ese líder invencible. Ecuación fácil: si ella no existe, él tampoco llegará a existir, y la victoria de los hombres será imposible.

El incómodo, áspero final, termina por redondear el relato. Claro que ella sabe que la foto será la que mire Kyle en el futuro, y la razón de que decida ser voluntario en viajar en el tiempo. O lo sospecha. Como sospecha que las nubes del cielo amenazan una tormenta que arrasará el mundo.

Conclusión
Un film que crea escuela de un género tan apasionante como la ciencia ficción. Para el recuerdo frases como Volveré o El destino lo hace uno mismo. Sci-fi en estado puro y sin demagogia barata. Eso si, el robot terminator ha envejecido un poco mal debido a los precarios efectos especiales de la época.
Unos años más tarde el cineasta norteamericano, ya asentado en el mundo hollywoodiense, perfeccionaría esta obra con una secuela a la altura del original.
Calificación: 9 de 10.

No hay comentarios:

Publicar un comentario